Echándole huevos:
SANDWICHES, BAGUETTES, VIANDAS CÓSMICAS y DESAYUNOS DE CAMPEONES. (Donde el restaurante gourmet, la rosticería, el foodtruck y el puesto de tamales conviven como iguales porque en principio son iguales...Incluimos carne, No somos veganos).

Muerte a la alta cocina.

Yo no sé a ustedes, pero a mí los asquerosamente ricos me parecen, sobre todo, asquerosos. ¿Quién quiere vivir como Donald Trump en su repulsiva torre de oro mientras medio mundo se muere de hambre? O permítanme reescribir esa pregunta de forma ligeramente menos subjetiva: ¿Quién quiere vivir en una torre de oro mientras 795 millones de personas se mueren de hambre? El colapso de la alta cocina tiene tanto que ver con las rentas impagables, sea en Nueva York, en San Francisco, en la Ciudad de México o en Medellín, como con las terribles condiciones de trabajo de cualquiera de esas ciudades. (En México son peores, obviamente, pero el fine dining también es ligeramente menos 'fine'.)


Pero la Trump Tower y las 'trump towers' del mundo persisten, y su persistencia equivale a la de restaurantes como cuya su razón de ser es que la gente rica, asquerosamente rica, pueda seguir viviendo y comiendo y bebiendo en esos lugares. (De ahí también la delicia de una reseña que destroza a un restaurante que uno no puede pagar. Debe haber una palabra en alemán para ese sentimiento.)

Estruendo vs ligereza
Un tercer punto viene a la mente. La cultura culinaria, como otras zonas de la cultura, va perdiendo la diferencia entre highbrow (la pretensión) y lowbrow (la subcultura). El taco y el ramen, antes vistos como callejeros, como humildes comidas de “gente trabajadora”, esparcen su dominio global. Grandes restaurantes ya tienen planeado reducir su menú de degustación y aligerar su servicio.

La comida callejera asciende y la comida de altos vuelos avanza hacia abajo: se encuentran a medio camino. ¿Quién puede decir con toda sinceridad que una cena de 1500 pesos es en el fondo más satisfactoria que una taquiza de 150 pesos o un consomé con dos tacos por 50 pesos?.

Los grandes movimientos sociales de los últimos años, los colapsos que los provocaron y los colapsos provocados por ellos nos hacen desconfiar cada vez más de quienes están o se imaginan que están arriba, de los que proponen la estructura vertical de la sociedad. Queremos ciudades horizontales, donde cultura significa el Gran Arte de los clásicos pero también el arte de la calle, el graffiti, los tags, el yarn bombing; donde el restaurante con sommelier, la rosticería de la esquina, el foodtruck y el puesto de tamales conviven como iguales porque en principio son iguales. El mundo de 2016 no está para que el uno por ciento nos restriegue en la cara su maldita otredad, su diferencia.